viernes, 26 de noviembre de 2010

Lo que realmente pasó

Sin reservas, me jodieron la vida cuando recibí un telegrama informándome de que se requería mi presencia en la mesa electoral de las elecciones al claustro y la junta de mi facultad. Los días que siguieron estuvieron llenos de dolores de tripa, uñas mordidas y pequeños ataques de rabia cada tres por dos al encontrar sumamente injusto el no poder negarme. 

A pocos días de las elecciones caí en la cuenta de que si hubiera aceptado y pagado un viaje que se había organizado para ir a Madrid, los días me habrían coincidido. Ilusionada al tener una muy mala excusa, me puse en contacto con varios profesores. Intentando no exagerar las cosas demasiado por lo que pudiesen averiguar, les dije que ese mismo día no iba a estar ni en la provincia, puesto que debía asistir a unas importantes conferencias en Madrid. Claro está que ni se molestaron en contestar, por lo que llegó el día anterior y  no sabía si habían avisado a un suplente. De todas formas, veía muy difícil justificar el haber estado en Madrid.

Subiéndome por las paredes porque me hacía tanta ilusión ir como que me metieran un dedo en el ojo, se me ocurrió un plan maravilloso, perfecto y rematadamente estúpido. Sí, cuando estoy desesperada hago este tipo de gilipolleces. Me levanté tres horas antes de lo previsto, y mientras compraba en la estación de tren un billete-justificante que me salvara la piel y que jamás usaría, no pude evitar sentirme la persona más imbécil del planeta.

Me presenté en la facultad con una fotocopia del DNI y un billete de tren (sólo de ida, la cosa menos sospechosa del mundo) con destino a Cuenca (efectivamente, a Cuenca. Los billetes para Madrid estaban fuera de mi alcance. Sensación de pardillismo en aumento). 

Tras confundir a la conserje con la decana, encontré a la segunda y le expliqué la “situación” por si no lo había leído en mi mail. Con los nervios y olvidando los cambios de última hora le comuniqué que en breves me marchaba a Madrid y le mostré el billete para Cuenca. Sobra describir con qué cara me miró, pero me dijo que presentaría mi justificante a pesar de creer que era insuficiente.

Impresionada por mi patética victoria decidí esconderme en algún rincón de la vergüenza, puesto que si estaba en Madrid-Cuenca, no podía asistir a clase. Con un gran sentimiento de culpabilidad, busqué por internet qué podía pasar si no me presentaba en la mesa con un justificante en toda regla. Diez minutos después me encontraba en la puerta del decanato nuevamente tartamudeando que “tampoco era un viaje tan importante”. Me lo agradecieron (con mirada aún de acusación) y me comunicaron que en realidad era la única que me había presentado, y que iban a tener que buscar “voluntarios”. Todo esto dicho entre un jiji jaja poco profesional. Cuando decidieron pasar de los que no habían venido y empezaron a burlarse de la señora del tacataca que viene por las tardes y su pandilla entendí que era, sin duda, la persona con más poca suerte que me podía encontrar ese día. 

Intenté consolarme buscando cualquier cosa que me motivara a pasar las siguientes 15 horas revisando DNI. Cuando me dijeron que me pagarían 50 pavos decidí que lo había encontrado. No me vendría mal al menos recuperar el dinero del billete y tampoco estaría de más aprenderme de una maldita vez los nombres de mis compañeros de clase, aunque fuera revisando sus documentos de identificación. Al menos vino el personajillo responsable del sorteo, que entró en la sala en plan agresivo vociferando que estaba allí única y exclusivamente “para dar la cara”. Se relajó al ver que de todos los presentes sólo era yo la única titular, aunque si supiese todo lo que se me estaba pasando por la cabeza hubiera llamado corriendo a su madre para saber si se encontraba bien…

DNI, tacha y apunta. DNI, tacha y apunta. Bostezo. DNI, tacha y apunta. Tripas del compañero. DNI, tacha y apunta. Nada. Nada. Nada. Nada. DNI, tacha y apunta. Habían pasado 50 minutos y deseaba que me arrancaran las tripas. La presidenta de la mesa se pasó el día escaqueándose a la primera de turno. La primera vez que se fue a fumarse un cigarrillo vino un hombre del decanato a pedirnos algo que evidentemente no entendimos. Mi compañero, que me miró con cara de no hablar ni el mismo idioma, decidió nombrarme en ese mismo momento sustituta de la presidenta, por lo que me fui a fumarme un cigarrillo.
Después de pasar lo que fueron las peores 15 horas de mi vida… Abre sobre, saca papeleta. Abre sobre, saca papeleta. Abre sobre, saca papeleta. Un dos tres y vuelve a empezar. A las once de la noche, con los ánimos por el suelo y una puerta rota tras un intento de huida, salimos al exterior conscientes de que ese día no habíamos tenido el placer de ver la luz del sol. Huelga decir que nadie se despidió de nadie y que salimos por patas una vez pisamos la calle. 

A esas horas de la noche, el transporte público hacía rato que había dejado de circular por lo que había perdido el último tren de vuelta a casa. Así que después de un horrible día lo único que tenía eran los huesos calados y un billete para Cuenca. Billete inservible que enmarcaré como premio al memo del año, pero me lo quedo porque lo compré y es mío. Ah, y ya de paso, está claro que no recordé ningún nombre de los DNI. 

5 comentarios:

  1. Si es que... para encerrarte en un psiquiátrico, bueno, te acompañaría, tampoco hay tanta diferencia. XD
    Lo dicho: recuérdame darte una colleja cuando te vea... ¬¬

    ResponderEliminar
  2. Pues vas a tener que darme unas cuantas... Si escribiera todos mis días y supieras todas las estupideces que hago/provoco...

    ResponderEliminar
  3. Pues prepárate... ¬¬
    Nah, no creo que te dé collejas, pero sí te debo más de una reprimenda... y lo sabes bien...

    ResponderEliminar
  4. de verdad compraste el billete a cuenca!??!?! es taaan extraño! xo de verdad esther.... al final el rato que estuvimos alli contigo no estuvo tan mal!^^ y otra cosa... si no hicieras estas cosas... no seria tu vida tal y como es!^^

    ResponderEliminar
  5. Ya, en verdad mi vida es una gran anécdota jajaja Me encanta hacer estupideces sanas.

    ResponderEliminar